Editorial: Recuento de un año que no queríamos contar
La primera parte de un repaso por lo que fue el año, a través de una observación cronológica de los hechos que durante todo este periodo se tomaron, en parte, las actualizaciones de Niña Provincia.
Con esto, es que les damos la bienvenida a nuestro especial de fin de año, «Lo que escuchamos en 2020».
Por Equipo Niña Provincia.
Lo cierto es que esta editorial es un balance agridulce. Y es que el recuerdo todavía está fresco: la fecha de lanzamiento ‘presencial’ de nuestra plataforma web estaba programada para la quincena de abril. El calendario marchaba en curso, y ya barajábamos bandas y artistas para invitar a nuestra primera tocata en Valparaíso. Arrastrábamos la motivación de la activación veraniega, y las ganas de materializar nuestro fondo adjudicado.
A mediados de enero comenzaba a reactivarse -en parte- la economía musical de la región, cuando el tercer día de marzo se confirmaba el primer caso de COVID-19 en nuestro país. La pauta cambiaba, y nos veíamos con el deber de proyectar una cartelera local incierta “hasta nuevo aviso”, y un panorama que rondaba entre la “quiebra” del mundo de la cultura –así como lo explicitó la Unión Nacional de Artistas–, y el llamado del gremio a organizar canales de ayuda digital para les diverses actores de la cadena de valor, tanto desde la producción musical como la producción de eventos.
Mientras cumplíamos nuestro primer año como medio –aquí encuentras la playlist que hicimos para celebrarlo–, nos encerramos para cuidarnos, pero no sabíamos que también nos aislábamos para encontrarnos en nuestros propios mundos, psicológicos, creativos y espaciales. Les músiques del territorio hablaban de ingeniárselas no sólo para componer en sus entornos domésticos –y muchas veces, con lo que pillaran a la mano–, sino para gestionar sus comunidades digitales, transformándose en creadores de contenidos y en ágiles de los Live Chats, covers por YouTube y los primeros intentos de shows por streaming.
Ya hacia junio, el Diagnóstico de la Industria Musical Chilena: Estallido Social y COVID-19, emitido por el Observatorio Digital de la Música Chilena, evidenciaba, entre diversas variantes, que el 56% de les trabajadores de la música encuestades, contemplan “algo o muy probable tener que buscar otra fuente de ingresos”, a partir de un 89% de éstes mismes, que se encontraban en condiciones de trabajo independiente. Esto, en el momento que Chile alcanzaba su peak pandémico. Los aportes estatales más que ser facilitados, pretendían ser recortados y se cuestionó el abandono del rubro de la Cultura y las Artes, con soluciones paliativas y que aún no encuentran cauce más allá de los fondos culturales anuales.
Pero en paralelo, había noticias que pasaban fugaces como estrellas para iluminar la oscuridad. La generación de nominades locales a los Premios Pulsar 2020, con les pupiles de Mescalina: Connie Castro y Antonio Monasterio Ensamble; así como la Orquesta Andina y el reconocimiento a Patricio González, que venían a recordarnos lo bien que han estado haciendo las cosas, y con éxitos nacionales.
Ha sido entonces, esta insistencia, desde los sellos discográficos locales, un pavimento para el circuito local. Este año nos encontramos celebrando a sellos escuelas, tales como Música del Sur, que en su primera década se dio un justo y merecido lujo de festejar con voces consolidades; al mismo tiempo que Sello Trigal nos ha enseñado desde la gestión más pura y auténtica, que se puede llegar a ser uno de los mejores sellos independientes nacionales, según la más reciente selección de los Premios Índigo. Larga vida entonces a nuevos sellos como VIBRA, Fantasma y organizaciones como COBAV, que reconocen la idea de levantar una estructura para gestionar en el largo plazo y con objetivos colectivos.
*Esta es la primera parte de nuestro texto editorial. Continúa*
Revive la playlist que preparamos para el «Día de la Música Chilena»