Pascuala Ilabaca y ‘Amatoria’: «La profundidad de la palabra es un reto en esta época de superficie y de imagen»
La cantautora porteña recurrió al feminismo como argumento para resignificar la composición de lo que plantea el folclore latinoamericano. Con ella hablamos de esta exploración y su madurez más lírica.
Una delicada entrega, consciente en concepto y sonido, fue la que presenciamos este viernes con Amatoria, el nuevo epé de Pascuala Ilabaca y lo más nuevo desde El Mito de la Pérgola (2018), el cual fue publicado en el streaming digital. Bajo los arreglos de Simón González, y acompañada por un cuarteto de cuerdas a cargo de mujeres, la cantautora porteña se sumergió en el feminismo colaborativo como argumento clave para la composición, y por consiguiente, de todo su proceso creativo.
Antecedido por los sencillos «Compañeras al Compás» –que se mostró en marzo con este videoclip– y «Ranchera Antiposesiva» –que se lanzó recientemente en diciembre–, este trabajo discográfico contempla un total cuatro temas, a los que se suman «Sin Mi» –trabajado con la coreógrafa y bailarina ariqueña, Vanessa González– y «Gomero en Eros» con relatos que recorren historias conocidas y relatos populares, entre la ironía y retórica, aportando «a las construcciones de realidad que conlleva el folclore» siempre desde la posición del género, así se explica oficialmente.
Los aprendizajes desde aquí, son evidentes respecto a la esencialidad política, emocional y espiritual que conlleva trabajar, practicar y vivir el feminismo incluso en contra del sistema. Pascuala se refiere a esta mirada en conversación con Niña Provincia: «El feminismo está mencionado en todo este proceso creativo, porque justamente la pregunta de cómo queremos ser amadas, y cómo queremos amar de aquí para adelante, tiene mucho que ver, ¿no? Tiene mucho que ver pensar el amor desde un lugar que no sea romántico o el amor violento o el amor posesivo, sino que un amor diferente; que cada une invente el que le fluya libre, entonces eso tiene mucho que ver», argumenta.
Cantautoría con una causa
Escuchar Amatoria estremece a quien se reconoce en el acto de amar y ser amade: «Si amarte es querer que te vayas / es porque todo es evidente en ti», resuena como la validación máxima, desde la deconstrucción, de lo que Pascuala nos quiere transmitir desde su pureza más interna. Para seguir la pista de ella, el consejo de ella, el aprendizaje de ella, en la cúspide de su madurez más lírica y más personal.
En «Ranchera Antiposesiva», en tanto, la ironía corrompe al hueso el perfil más retórico de la lengua, entregando ingenio a los significantes del «amor mío» y la «media naranja», esos clichés de a poco más combustibles y perpetuados de ese contemporáneo mal de amores: «Amor mio mio mio mio / yo sé que sabes que eres tuyo tuyo / pues empecemos de una buena vez / a querernos sin esforzarnos por ser / una tierra conquistada, / ni mitades de una fruta cortada».
En el transcurso, la balanza es justa para el trayecto de los temas. Es la característica interpretación de Pascuala, con una trabajada articulación vocal –y que incluso contempla el ejercicio mandibular–, la que dirige como cuál directora de orquesta lleva el ritmo de las cuerdas desde la base, y en armonía con su tono. Un esfuerzo académico por rescatar lo clásico.
Con todo esto, surge la conciencia de llevar la cantautoría al delicado trabajo de su causa y su propósito musical. Y es que Pascuala, con su insaciable investigación del folclore latinoamericano, fue que se refugió en cuatro géneros musicales: el vals peruano, la ranchera, el bolero y la canción protesta, los cuales quiso llevar por el camino de su resignificancia feminista, para finalmente igualar en su contenido.
La canción de los tiempos, la protesta, ha sido la responsable de aunar el contexto con sensibilidad, empatía y creatividad en esta pasada. «La incluyo también, porque siento que la revolución también tiene cara de Che Guevara en América Latina y han habido tantas mujeres revolucionaras que también están abajo, y que también están invisibilizadas», explica la también responsable de Rey Loj (2016).
Afirma, así, darse cuenta de la «no-linealidad histórica» y más bien, de los actuales procesos cíclicos en los que se ha sumergido Chile, «en un proceso donde hay más pobreza que la que me había tocado vivir; más desigualdad, más represión y más violencia». ¿Cuál es el objetivo de la actual protesta? Ella dice que aborda los temas icónicos de la cantautoría del tercer mundo universal, y que le preocupa: «Creo que es importante, por una parte, que podamos desde la cantautoría, denunciar; y por otra parte, también aportar llevando la reflexión a temas más universales como profundizar».
«Siento que las redes sociales a veces nos llevan a expresarnos de forma muy breve, y ese formato termina a veces siendo superficial, entonces a los cantautores nos emplazó un deber de ir más adentro, de ir más a la profundidad, de aportar desde la palabra, y desde la reflexión más adentro. Creo que la profundidad en la palabara es un reto en esta época de superficie y de imagen», extiende en su reflexión.
– ¿Con qué salud crees que se encuentra el actual desempeño de la cantautoría en Chile?
Por una parte, creo que la cantautoría femenina chilena está en un momento muy rico, creativo. Hay muchas caras nuevas, muchas voces nuevas, muchas cuerpas nuevas, que están asumiéndose desde la cantautoría, que es un lugar que me entusiasma mucho de asumir, porque el cantautor siempre tiene un compromiso de, por una parte, con el contenido de su música; con relacionar su música con un trabajo más de territorio, orientado hacia lo social, entonces es muy interesante que los músicos y las músicas nos atrevamos a posicionarnos desde este lugar, y no solamente ser atraídas como polillitas a la luz, a la música de tendencias.
Sin embargo, por otra parte, con toda la aguda crisis que hay en la parte cultural, creo que es muy difícil poder invertir en nuestro trabajo, invertir en tener acceso a la difusión, sin el apoyo. Creo que vamos a tener que poder unirnos más, el gremialismo se tiene que fortalecer para poder exigir un apoyo mínimo, a las artes en Chile en estos momentos de crisis económica porque es muy difícil entrar en los estándares internacionales, óptimos de producción de una obra y también de difusión de la misma, sin tener capacidad de inversión. Eso lo veo como algo muy crítico.