Ocho meses después: La canción como documento de la revolución
Incluso muy en la posteridad de octubre, canciones inspiradas en la crisis social siguen colmando las inquietudes creativas de músic@s y trabajadores del rubro.
¿Qué rol cumple la obra musical aquí? En Niña Provincia analizamos sus alcances junto a sus protagonistas e intermediari@s locales y de alrededores.
Fue hace poco más de ocho meses: “Cabros, esto no prendió”. Con esa frase insigne quedó registrada la entrevista del ex presidente de Metro, Clemente Pérez, en canal 24 Horas, el miércoles 16 de octubre de 2019, y que envejeció con el pasar de los días. El análisis sobre la evasión del pasaje del medio de transporte subterráneo, y que fue dirigido a l@s jóvenes participantes, no sabemos si funcionó como un acelerador o como dichos para un caldo de cultivo inminente, que suscitó dos días después.
Lo que es cierto, es que la revuelta vio en l@s actores de la sociedad civil una salida a formas de protesta, organización y de expresión masivas, apelando al espacio público/político como punto de encuentro, como también a las redes sociales como articuladoras de un discurso subalterno e interpretativo al contexto. Con estas acciones y plataformas clave, hubo formatos diversos y recursos que exploraron sus posibilidades. La cultura y las artes, desde entonces –e incluso en esta segunda crisis–, continúan permeando un mensaje latente y de urgencia a las inquietudes de nuestra realidad social.
En la música, las respuestas fueron instantáneas. Aunque tempranamente ya se hablaba de la banda sonora del ‘estallido’ con Los Prisioneros o Víctor Jara, con el resurgir de sus canciones insignes, en el presente, en tanto, no se trata propiamente de clavar con un himno único, sino con mostrar obras representativas de lo que much@s quieren expresar a través del formato. Con lo que se identifican y sienten que pueden traspasar al resto para generar sentidos.
Para Pablo Morales, periodista, artista visual y músico en Pablo Morales y L@s Inmorales, activo gestor cultural en este último periodo, este estado del arte, inducido por la crisis, se traduce en un “terreno fértil” para la música, con mucho para ver y escuchar: “Con la revuelta de octubre, creo que todo se volvió un poco menos frívolo, un poco menos individualista, y esto ha impactado en los procesos creativos. Hoy observo muchas más colaboraciones entre artistas, como así también propuestas más arriesgadas, y esto en gran parte se debe a que luego de octubre fue posible visualizar un horizonte común entre quienes se dedican a la creación. El arte necesita estímulos radicales para salir de su letargo y de sus modos de hacer estandarizados. Y ese estímulo lo generó la revuelta y lo seguirá generando en el futuro cercano“, comenta a Niña Provincia.
Existen ejemplos emblemáticos como “Cacerolazo” de Ana Tijoux –que mostró a finales de octubre–, o lo que hizo Nano Stern con “Regalé mis ojos”, tema inspirado en el caso de Gustavo Gatica y el cual luego cedió sus derechos al mismo afectado. Igualmente, a partir de la gestión del rubro, iniciativas como El Largo Tour, La Matria Fest, el compilado en cinco volúmenes de música electrónica Chile No Está En Guerra (Modismo Netlabel, 2019); y desde las ligas mayores, el reencuentro de Los Bunkers en Plaza de la Dignidad en Santiago, lograron reunir a decenas de artistas emergentes y consolidados, para llevar un mensaje unificado, pero diversificado en voces y sonidos.
Sin ir más lejos, en Niña Provincia surge un listado de canciones sin géneros predominantes, alusivas y recientes, lanzadas a partir de marzo de este 2020: “Revolución de Amor” de De Sombras y Siluetas; “Esclavo”, de La Sal de Fruta; “Super Dick, Raptor, Destroyer”, de Insomnia Is Dead; “Ciclos de Opresión”, de Laguna Lunar; “Primera Línea”, de Neculman y “Destino Destrucción”, de Diavol Strâin. En todas éstas, surge la idea de contar historias, lo que sucedió y lo que preserva en la memoria. Un relato que se ha dejado reposar para esta posteridad, con un plebiscito en espera, desde un estado de contemplación de los hechos y aislamiento físico.
Una inquietud musical
Un grupo de divers@s compositores y músic@s conversaron con nuestro medio, a propósito de los alcances y experiencias que la crisis social les ha inspirado durante su época inicial y en la posteridad. ¿Existe un deber? O acaso, ¿es la mera espontaneidad de los procesos creativos?
Natisú, música perteneciente de la colectiva TRAMUS, y quien participara activamente en propuestas como La Matria Fest –con la que visitaron Valparaíso en diciembre– y visbilizando el trabajo en el rubro de mujeres y disidentes, ese deber es personal a la vez que significa la génesis de la expresión artística del ser, por lo que es difícil que la creación musical no responda a las circunstancias.
Entre las principales inquietudes musicales, y consultada por Niña Provincia, ella cree que son variadas, “pero lo que yo noto en mí y en mis colegues, es hablar de cómo une está viviendo la situación en términos emocionales y también tratar de generar una memoria de lo que está pasando, de lo que ha ido pasando, es decir, ir creando una narrativa a través de la lírica de las canciones, para que luego no olvidemos lo que ha sucedido en este estallido social. Y no olvidemos por qué era necesario y por qué sigue siendo necesario. Creo que esas son las inquietudes y lo que se quiere plasmar, por lo que veo en mis creaciones y en las de otras personas”.
Juan Carlos Neculman, músico de hip-hop oriundo de la Araucanía –actualmente residente de nuestra región–, arrastra en su existencia una causa territorial propia y ha hecho de su género un portal a la realidad de su comunidad. En tanto a lo de octubre, se ha hecho cargo como ciudadano y como compositor de “Primera Línea”, dedicado a la causa, grabado desde la calle.
Para él, el deber existe en ocupar su música, y el rap es la principal herramienta para protestar. “Las principales inquietudes de los raperos, y compositores al momento de crear, viene siendo la repercusión que pueda tener la música que uno hace, la opinión pública, quizás también la persecución que pueda existir por grupos minoritarios, la censura, y más que todo eso, es el qué dirán, la inquietud de saber si la música que uno hace realmente va a representar al pueblo o no, y si ésta les va a gustar”, expresa.
En el caso de Dania Neko, también voz representante del rap, la causa social es su causa artística, desde mucho antes. Su presencia en micrófonos abiertos, tomas, talleres y encuentros activistas, se alzó con lo transcurrido a partir de octubre. Dice que hacer nada la incomoda y desde su postura, abogando desde sus comienzos por la justicia social, ahora se trata de hacer cargo de lo que ella y su entorno piden.
Sin embargo, Dania marca la diferencia con las dificultades que contrae el rol artivista. “Creo que es el momento de tomar postura. Eso genera conflictos siempre, de personas que pueden no estar de acuerdo con cómo piensas, pero por otro lado es riesgoso, porque sabemos que hay gente que es hostigada, perseguida e incluso asesinada por llevar al cuerpo y defender ideas libertarias que incomoden al sistema hegemónico“, manifiesta.
Del caso contrario, la creación musical, en sus diversos impulsos y en circunstancias de crisis, también puede caer en la moda y un discurso cliché o superficial. Así lo puntualizan Diavol Strâin, quienes han dedicado su trayectoria a “canalizar la rabia” social, política y cultural desde sus letras. “Hay muchos proyectos hoy en día que dejan ver un compromiso político las cuales se supone, tienen bases sociales en común, pero si eso no se condice en acciones sólo queda en algo meramente estético, por lo que es difícil determinar qué grado de compromiso hay más allá de la música. Quizás, eso sea algo que en general se da mucho hoy en día con el funcionamiento de las redes sociales, ya que las tendencias más allá de tener efectos transformadores reales, parecieran dejar todo en lo superfluo. Las lógicas de este sistema tenemos que extirparlas desde nuestras raíces”, abordan.
La nueva canción
Antes y durante la Unidad Popular de Allende fue la Nueva Canción Chilena, como camaradería artística y expresión de una utopía social en prosa. La canción protesta, en la posteridad, surgiría en la emergencia de canalizar las injusticias y realidades marginadas, periféricas y neurálgicas del Chile en dictadura y como mercancía documental de un “apagón cultural”, que en realidad fue la contracultura de grupos jóvenes entusiastas de la tertulia universitaria, el teatro callejero y la organización en red de centros culturales.
En el contexto actual del país, con la diversificación de espacios, plataformas, la sobreinformación y la infinidad de nichos artísticos, culturales y territoriales, es difícil hablar de una canción representativa, de un himno o género único. Según Pablo Morales, esta canción, inspirada en la actual crisis social, va más allá de la protesta, puesto que “denuncia o problematiza nuestros modos de vida y las visiones de mundo que han guiado nuestras formas de relacionarnos hasta ahora”.
Por lo mismo, a Morales le parece “que la demanda de justicia social hoy es un tema transversal a muchos géneros y estilos musicales. Y esto es reflejo de la gran dimensión de las movilizaciones y de todo lo que despertaron en cuanto a pensamiento y acción colectiva. Por tanto, las canciones de la revuelta no podrían hoy caratularse dentro de algún género musical. No tienen que ver con criterios específicos de ritmo, instrumentación, procedencia territorial, o lo que sea. Ahí está lo novedoso de todo esto“.
El valor de crear y componer a partir de las problemáticas actuales —que se vienen perpetuando—, reside en externalizar los sentimientos e ideas de sus autores y colectividades, aportando no sólo con una obra para un catálogo digital o una lista de canciones, sino como documento vívido de los relatos que han conformado estos tiempos.
Para Natisú, especialmente se representa desde su causa como activista de las mujeres y disidencias trabajador@s de la música: “Estamos en un momento quizás más único en cuanto a la visibilización del plasmar y sentir de mujeres y disidencias, aunque aún es baja, pero estamos más presentes. Entonces, nuestro sentir, nuestros pesares, nuestras opiniones que se plasmen en obras plásticas o musicales o literarias o lo que sea de este momento histórico, va entrar a la historia, y va a moldear la visión de la historia para nosotres, y para quienes continúen en los próximos años. Y esa, creo que esa es una gran diferencia con respecto a lo que conocemos de antes, que ya sabemos que la historia está escrita principalmente por hombres y por el patriarcado”, infiere.
Sobre esto, Morales atribuye diversas causas históricas y contemporáneas como oxigenantes para la creación musical y una posible proyección en un sentido constructivista. “El movimiento feminista tiene esto claro cuando dice: ‘nada más parecido a un machista de derecha que uno de izquierda’. El señalamiento de las estructuras culturales que han perpetuado la injusticia hasta hoy, es algo que debemos agradecer a este movimiento, como así también, en otros planos culturales, a las agrupaciones medioambientalistas, o a las organizaciones que defienden las sabidurías ancestrales. Estos movimientos han instalado nuevos temas que han ido cristalizando paulatinamente en las canciones, desde hace un par de décadas. Vista bajo este contexto, la canción que hoy comienza a protestar tiene pretensiones de desmontaje cultural. Es una canción con afanes deconstructivos”, deduce.
Dania Neko expande estas posibilidades musicales y el rol de la canción como obra o documento y establece: “Ahora todo toma un valor real, concreto. Antes estaba lejana la posibilidad de cambio social, como un sueño y ahora está instalada en nuestro presente, de manera latente. Creo que la música nos conecta con un sentir profundo y que además si comparte contenido y sentir acompaña la lucha tanto interna como externa que afrontamos”.