«No hay apuro en esta inmediatez»: Entrevista a Mora Lucay

Fue durante noviembre que se llevó a cabo el estreno Bestia (2020), trabajo que explora e incorpora nuevas sonoridades, apostando por el cruce entre lo acústico y electrónico. 

Sobre esas búsquedas, el proceso experimentado tras su segundo álbum y la sinceridad creativa puesta a disposición en su carrera, fueron algunos de los temas que conversamos con Natalia Vásquez.

Por Tania López Gallardo

Cruce entre emails y mensajes de Whatsapp sucedían minutos previos a esta entrevista. La coordinación flash de esta conversación se acomodaba a los tiempos que estamos experimentando, pero dicha rapidez solo quedaría allí. Separadas por una pantalla -y también por unos cuantos kilómetros- nos reunimos a dialogar, dejando en pausa el tiempo para entender nuevas formas de decir las cosas. 

Fue a finales de noviembre que se liberó en plataformas digitales el segundo álbum de Mora Lucay, proyecto musical de Natalia Vásquez Grimaldi, que ya cuenta con 8 nuevos tracks que reúne nuevas sonoridades en su propuesta, acompañándose incluso por artistas colaboradores en esta pasada. Producción a punta de ensayo y error que cerró el 2020 destacando en una serie de recuentos musicales, convirtiéndose en una de las favoritas de nuestro especial de fin de año (en sus tres partes, incluso entre los destacados de nuestros lectores).

Todo comienza tras el 100 mg., disco editado el 2016, que trae para la banda una seguidilla de conciertos, participación en festivales y otras instancias, que comienzan a dotar al grupo de mayor bagaje y un “quehacer” como proyecto musical. Fue durante esa etapa que surgen nuevas canciones, sin pensar nunca en un nuevo disco. “Siento que fue un vuelito muy natural”, cuenta Natalia sobre cómo fueron apareciendo sus nuevas composiciones; y sigue: “En ese proceso, que fue mostrar el disco, empezaron a surgir composiciones nuevas. La primera fue “La experiencia”, y pasó que la empezamos a integrar a los conciertos, como con arreglos que fueron surgiendo desde la banda, desde esa dinámica que íbamos llevando. Y así empezó a pasar con “El código del ritmo”, después surgió “Jugar con los amigos”. Entonces, esas eran canciones que ya venía tocando desde ese tiempo”.

 
En búsqueda de Bestia
 

– ¿En qué momento surge la idea de disco entonces?

Natalia: Cuando ya tenía 4 o 5 canciones, dije: “Ya, voy a postular al fondo de la música, para ver si puedo grabar un disco”, Y cuando eso se dio, que obtuve ese fondo…tú cachai que uno tiene plazos por cumplir y entonces estaba la presión del tiempo.

Y si algo caracteriza a la esencia que envuelve a Bestia, es precisamente lo pausado de su proceso, poniendo en jaque al tiempo, los plazos y las presiones en torno a ello. Aquí, al menos, la mal llamada “habilidad” de trabajar bajo presión, quedaría fuera, respondiendo también a una etapa de aprendizaje de la misma compositora.

Fue a partir de las primeras maquetas, con los arreglos pensados para el disco, a modo de adelanto para empezar con el proceso de grabación, que Natalia se dio cuenta que “por ahí no iba la cosa (…) Cuando me mandaron la mezcla, escuché y fue como: ‘¡Oh, qué brígido!’, como que me hizo pensar todo, y fue súper heavy, porque no estaba planeado así”.

– Cuando vas escuchando estas primeras propuestas, ¿qué es lo que te hace decir: “Esto no me gusta” “Esto no me representa ahora”? ¿Va más allá de la búsqueda sonora que decías?

Natalia: Yo no te puedo explicar con palabras qué es lo que no me gustaba, pero yo supe en la guata que no se lo quería mostrar a nadie, cachai (…). Cuando uno escucha algo, y dice que se siente orgullosa de eso y lo quiero mostrar y expandir, sin freno, aquí no me pasó. Entonces fue como: “Chuta, esto no se lo mostraría a nadie, ni a mi persona más cercana». Pa’ mí fue un indicador muy muy muy visceral, que no tenía que ver con algo intelectual, que pudiese analizar en ese momento. Si lo escucho ahora, claro, también hay cosas bonitas que rescato, pero en ese momento no era lo que yo estaba buscando.

Toda esta seguidilla de hechos, fue alimentando la intuición de la compositora porteña, la ambición artística -de poner atención en nuevos elementos-, y su actitud propositiva en torno a este viaje de búsqueda musical. Así fue como contacta a Juan Pablo Bello, quien estuvo a cargo de la producción artística del sucesor de 100 mg. (2016). “Fue súper bacán trabajar con él, porque me ayudó a unificar el sonido, a que no se perdiera cierta esencia que tenía del disco anterior. Me hizo ver lo que no había que perder, y también me liberó en otros sentidos, más creativos”.

Y así continúa la idea: “Solamente pensaba en la melodía, en el ritmo, pero no en las capas de la música, así que fue un proceso largo, con varios capítulos que me permitió darle tiempo a cada canción, para que tuviera su propia personalidad, que encuentro que es algo súper bonito que sucede en el disco, como que cada canción posee una identidad”.

– Si hay algo que caracteriza a este disco, son los sonidos electrónicos que integra, hay más capas por descifrar, a diferencia del otro, donde las guitarras y el bajo estaban más presente, en las intros, por ejemplo…

Natalia: Era un micrófono, una guitarra y sería (risas)

– ¿Y qué te hizo decir: “Quiero que este trabajo tenga un matiz distinto”?

N: Después del primer disco, me puse a observar otros discos o, más que otros discos, a otros artistas, y a entender qué era lo que me gustaba, porque antes no lo había observado. Me fijaba en una melodía, en una letra, pero ahora como que empecé a observar qué era lo que me gustaba de otros proyectos, a escuchar más con lupa, cachai. Con Bestia le fui perdiendo el miedo a jugar.


La complicidad del entramado
Si hay algo que reconoce Natalia tras todo este proceso de producción e incluso de toda su carrera, son las redes de colaboración que ha forjado en torno a su proyecto, con un primer círculo afectivo, de familiares y amigos —donde nos habla de su pareja, prima, sobrina, hermana e, incluso, sus vecines—, que le ha permitido tener más confianza, a punta de complicidad, comprensión y contención. “Yo veo que alrededor mío hay personas que lo hacen también desde los afectos, pero que son de amistad, y es algo súper lindo. Uno se va haciendo una familia de colaboración, y yo creo que por ahí va la mano, porque esas son las alianzas que quizás debemos generar”, enfatiza. 
 

Entramado que se ha construido de manera natural a lo largo de su carrera, donde quienes la rodean han colaborado en su música, la conceptualización de su trabajo, la gestación de tocatas, como también en el arte y estéticas de sus producciones, desde sus discos, hasta sus videoclips. Bajo esa misma lógica de la colaboratividad, surge la invitación a Chini.png (voz en «Bestia»), Niña Tormenta (voz en «Humana») y Diego Lorenzini (quien canta e integra arreglos musicales en «Jugar con los amigos»)  en algunas de sus canciones. Sobre ello, nos cuenta: «Siento que son colaboraciones que tienen que ver con la admiración, con reconocer a ellos gran parte de mi inspiración. Es muy lindo reconocer entre tus pares y amigos que hay alguna influencia».

 ¿Crees que tus círculos afectivos son, de alguna forma, parte de tus composiciones?

Natalia: Sipo, todo el rato. Todo el rato (silencio). Sí, en realidad en todas mis canciones (risas), absolutamente todas. Siento que eso es lo que me mueve a mí. Me mueve el amor, el desamor, el sentir que la otra persona no te quiere y todo eso, que a mí me complica en la vida (risas). Me preocupa y me mueve. Me es más fácil y mucho más fluido cuando mi corazón está afectado por alguna de esas canciones, cachai. Y sipo, eso trae consigo una carga emocional, y me he dado cuenta con esta cuarentena.

El imaginario musical de Mora Lucay se ha alimentado de relatos universales, de sentires genuinos, el cotidiano y reflexiones en torno a historias personales, evocando intimidad en sus letras y sonido. Empatizar con otres y recoger sus experiencias para, desde allí, otorgar su visión a las ideas que materializa. Así surgen “Humana” y “La experiencia”, como también “El código del ritmo”, que nace como una canción explicativa para niñes, o lo explícito e interpelativo de “Ahora contesta” o “Me gustas”“Al final fui probando maneras de decir las cosas, como cambiar la prosa sin perder la esencia”, indica Natalia a Niña Provincia.

– ¿Y Bestia? ¿por qué su nombre?

Natalia: Me pasó que al elegir «Bestia» como nombre de disco, lo hacía porque sentía que era lo que yo había vivido. “Humana”, para el título  del álbum, me parecía que uno podría pensar que era un disco muy profundo, introspectivo y este no era el caso. Bestia es más de superficies, saltado, un poco más frontal, y no necesariamente desde la connotación que tenemos de bestia, que pa’ mí no es algo negativo (…). Por otro lado, en la canción, la bestia es la propia mente, como cuando me siento atacada por animales, los perros en Valpo, donde yo no voy a tirarle una piedra a ese animal, sino que al revés, uno termina hablándoles como guagua, pa’ tratar de bajar esa ira que, en este caso, poéticamente eres tú misma. La bestia que te está ladrando en la cabeza, que te está torturando internamente. Bestia es lo que pudo haber sido la creación del disco, algo no fácil de hacer, pero que al aceptar mis tiempos y aceptar como soy, permitió amigarme conmigo.

– En algún momento, cuando se pueda, ¿hay planes de presentar este disco en vivo, de manera presencial?

N: No sabes las ganas que tengo de lanzar este disco en vivo, de verdad. Pero también he visto la frustración de amigos santiaguinos que han armado planes y todo se les ha ido… (silencio). Bueno, pero cuando lo haga, será casi como un upa chalupa, así de una semana a otra.

Y así será. Mora Lucay ya fijó dos shows, donde presentará por primera vez Bestia, con lo acogedor e íntimo que caracteriza cada una de sus presentaciones. Aquí puedes conocer más detalles.