Las músicas que somos, parte 1: El último estrellato del Barrio Puerto

Una década de acontecimientos musicales, en el retrato hablado de quienes la crearon, la escucharon y la gestionaron. Así es que se presenta esta serie de crónicas en primera persona, con mujeres trabajadoras de la música que dieron ritmo, trayectoria e historia, a una movida que cimentó una escena proliferante de talentos y sonidos para una completa generación. 

En esta primera entrega, hablamos con Naty Lane sobre sus primeros días en Barrio Puerto, y sus aventuras en la época del extinto bar La Cantera.

Por Naty Lane, actual integrante de Hammuravi y Adelaida, en conversación con Paula Castillo.

Foto de portada: Dan Pablo Martínez.

“Al edificio llegué hace aproximadamente 10 años, al departamento cuatro, del piso de abajo –en este momento vivo en el último piso–, y llegué con mi pareja que tenía en ese tiempo, con el Jurel [Sónico, de Adelaida], y con Felipe Barriga, que era el dueño del bar La Cantera, el cual quedaba justo en frente de este edificio. Y esto surgió porque Felipe, quien estaba trabajando en el sur, ya tenía hace algunos años el bar, pero un amigo de él estaba a cargo; volvió buscando un arriendo que le quedara cerca del local, y buscando gente para empezar a moverlo, para darle un enfoque más rockero y hacer tocatas.

En La Cantera todos hacíamos de todo: entre trabajar en la barra, poner música, y armar las fechas. Jurel era más el encargado de armar las fechas y contactar a las bandas. Fue a él con Felipe que se les ocurrió hacer un ciclo, ‘Coleto al Puerto’, y ahí empezó todo, en el 2010. Y se llamaba ‘Coleto al Puerto’ porque, bueno, se invitaba a una banda del interior –que fuera de Quilpué, Villa Alemana, Limache, Peñablanca, de esos sitios–, y cuando tú eras de allá, tu tomabas el coleto y te venías al Puerto, poh. Entonces era la acción, en el fondo.

(Imagen vía wecanbehonest.com)

Empezamos a trabajar asociados también. Por ejemplo, con los diseñadores de otras bandas, que bueno, en ese tiempo eran estudiantes: el Eduardo Le Blanc y Javier Olguín, de Cajitas Rectangulares, una banda que ya no está tocando pero muy bacán, según recuerdo. Ahí ellos empezaron a diseñar los afiches, porque la idea del Felipe era darle un concepto redondo a lo que era La Cantera. En ese tiempo, todavía se usaba mucho lo que era la serigrafía para algunas cosas, y el Felipe tenía una mano de imprenta, por acá cerca, en la Plaza Echaurren. Los salíamos a pegar en la noche, era como un ritual, en el fondo.

Las tocatas eran bacanes porque se llenaban, especialmente cuando La Cantera funcionó los días de semana durante un tiempo. Los miércoles se hacía un ciclo que se llamaba ‘Midweek’, donde tocaba una banda –pero en la parte de arriba–, y era para un público un poco más reducido, ¿cachai? Era más para los amigos, que querían pegarse un respiro a mitad de semana. Venías a ver una banda, te tomabas un copete, echabas la talla un rato, y te ibas temprano para la casa. Después, el día sábado, era la tocata grande, en la cual siempre se trató de traer una banda de Santiago. Eso era lo que nosotros hacíamos: traíamos una banda convocante de allá, y la mezclábamos con una banda de acá. Eso funcionaba súper bien, porque así se dieron a conocer varias bandas de acá, poh, que después pudieron hacer nexos con las bandas más grandes. Y a veces se generaba este intercambio de bandas, o que les invitaban para allá, qué se yo.

(Imagen vía wecanbehonest.com)

Música de barrio

En el 2012 hicimos [con Álvaro Peña & Fatiga de Material] el disco Se Vende, que grabamos con Francisco Straub. Él fue el que grabó La Voz de los ’80 a Los Prisioneros, y es un álbum que al menos me gusta caleta, hasta ahora. Hicimos un video [del tema ‘The Bank Snatchers’], con una productora que se llamaba Tercermundo Producciones, que son de Valpo y todavía existen. Empezaron en ese mismo tiempo. También ellos participaron en la grabación de un compilado que se hizo en La Cantera; ahí se hicieron dos compilados. ¿Cómo se llamaban? Eran de Acople. Ah, y el ahí nació el sello, poh. En ese tiempo, de La Cantera, nació Acople Records.

Como sello, básicamente lo que hacían era armar fechas, y los compilados que se hicieron. No se trabajaba mucho en lo que es ahora el tema de la industria musical. No era así porque tampoco se tenía mucho conocimiento de lo que era tener un sello. Siempre fuimos conscientes de que la música que hacíamos era underground, entonces de a poco fuimos cachando cómo funcionaban las cosas, porque no sabíamos muy bien. Por ejemplo, en este primer compilado, el Compilado 001  (2011), está Fatiga de Material, Diente Diamanto, Lisérgico, Gonzalo Sáez. Se grabó en vivo; está en Bandcamp y en YouTube, porque cada canción iba acompañada de un videoclip, que hacía Tercermundo Producciones, ahí está el nexo. También salen Cajitas Rectangulares Kafarenass. Cada banda tocó dos canciones.

Y era alucinante pa’ nosotros participar del compilado, porque tenía la función de difundir estas bandas pa’ otros lados. Era una muestra general de lo que estaba pasando en Valparaíso. Este es el movimiento, y la escena que hay en Valparaíso. Y que más encima lo grabara una productora, que era del Willy [Guillermo Ribbeck], que se había ganado un fondo de televisión, era así como ‘ohh, un ídolo el Willy’. Tenía cámaras bacanes, a otro nivel. Eran cosas que una en ese momento no estaba acostumbrada. Que alguien tuviera una cámara así de bacán para sacar fotos era ‘oh, él tiene una cámara’, ¿cachai? No era una hueá que todo el mundo pudiera tener como ahora. 

Fuego propagado

Lo que sucedió fue que todo ese movimiento, esa ‘escena’, era una escena que igual ya venía creciendo de antes, de otro local. De eso me acordé. Antes de La Cantera, donde realmente todos nos empezamos a conocer, fue en el Domus. El Domus era un bar que ha sido muchas hueás: prostíbulo, restorán, de todo. Era un bar rectangular pequeñito, subterráneo, que queda cerca del Bar La Playa. Estaba dentro de esos locales que se bajan. Y ahí se hicieron las primeras tocatas con Lisérgico, Fatiga de Material, Cajitas Rectangulares, y con Kafarenass, por el 2008 o 2009. De hecho, el Jurel ni siquiera había salido del colegio. Ahí yo vivía en Viña, creo. En Viña no pasaba nada. Nada en relación a tocatas. Hacían cosas más piola, como jazz o cosas experimentales, pero no tocatas. 

Entonces pasó esa cuestión del Domus, y de ahí, todo ese movimiento se trasladó aquí a La Cantera, porque ese bar también cerró, y acá empezó a crecer. Así estuvimos harto tiempo, no sé cuánto habrá sido, como 3 años creo que fue, más o menos. De ahí, pasó que algunos proyectos empezaron a morir, por el tema de que [sus integrantes] se fueron a Santiago, a buscar pega. Alcanzaron a aparecer bandas nuevas, y nada. Después entramos en una fase de recambio de bandas, pero como no había ni la suficiente cantidad de bandas nuevas, ni conocidas, ni tampoco las antiguas para seguir armando algo, empezó a guatear. La gente empezó a dejar de venir, y el Felipe le arrendó el bar a otro loco, y ahí estuvo después otro loco, y otro loco. Después terminaron arrendándolo solamente para hacer eventos puntuales. Por ejemplo, si querías traer a Fiskales, ya, lo hacías ahí y arrendabai la hueá, arrendabai sonido, todo listo.

En paralelo, en el Ele Bar se estaba tocando, y después hubo otro local, que también estuvo haciendo fechas: el Barlovento, pero duró muy poco. Y nada. Después de eso se quemó La Cantera [en mayo de 2016]. Fue triste porque justo con el Jurel íbamos a empezar a hacer tocatas ahí. El nuevo dueño del lugar estaba agendando fechas pa’ traer bandas, entonces queríamos empezar a traer bandas de Santiago, hacer lo mismo de nuevo, como antes.

En esos días, estaba muy fuerte el ruido de las inmobiliarias, que se especulaba que quemaban edificios para poder después pagar un moco y poder construir ahí, poh. Pero en realidad, no se sabe. Del bar La Cantera se sabe que, o sea, no se saben las causas en verdad, pero dicen que fueron causadas por un desperfecto eléctrico. Las malas lenguas dicen que tiraron un ratón prendido. Mojan un ratón con parafina, les ponen fuego y los tiran dentro. Entonces el ratón corre y corre por todos lados, y quema todo por donde va corriendo, y después se quema, se vuelve ceniza y no pueden encontrar el origen del incendio. Cuando me contaron la hueá, yo dije, ‘¿quéeee?’, pero quedó la versión de que había sido un desperfecto eléctrico. Fue muy rápido todo.

En verdad, nunca nos gustó mucho el Ele Bar como local. Era la opción que había para seguir haciendo fechas y tocar acá, porque ya no había ningún local donde tocar, prácticamente. El bar La Aduana, donde también se hicieron hartas cosas, también había cerrado, y estábamos un poco tiraos’, no había lugar dónde hacer cosas. Después que se quemó La Cantera, las salas se cambiaron por calle Serrano y Cochrane, donde había un edificio muy grande antes de llegar a Plaza Sotomayor. Ahí también se cambió Salas Warhola [que estaba en el mismo edificio de La Cantera], donde se hacían tocatas. Pero siempre era como que aparecía un espacio, y desaparecía otro.

Habitar para crear

Todo lo hacíamos a pulso. No había un hueón que nos estuviera diciendo: ‘oye, ya, tenemos que hacer esto’. Todo de lo que nos íbamos dando cuenta, lo íbamos aprendiendo y lo íbamos implementando. Desde la misma manera de autogestionarse para hacer las cosas, para hacer los discos, a dónde íbamos a grabar e investigando, porque nadie sabía cómo hacer las cosas. Los que aprendían más, les enseñaban al resto, y así.

Vivir en este sector se siente como que se fue haciendo, como que tu casa se extendió hacia la plaza, los alrededores y es como una gran familia. Así lo veo: un lugar en el cual yo me siento a gusto, me siento cómoda, un lugar en el cual de cualquier cosa puedes sacar una historia, un pensamiento, una reflexión, y del que te sientes lo suficientemente cómoda para volver a tu casa y agarrar la guitarra y hacer una canción, o agarrar un papel y un lápiz y escribir un poema o escribir una historia de eso. Siento que, a pesar que es como una mini-ciudad, el Barrio Puerto es lo suficientemente amplio para potenciar tu imaginación y tu creatividad. También el hecho de que vivas en Valparaíso, tienes todo súper cerca, trabajas mucho con lo que es la asociatividad, y en hacer cosas con otros músicos.

Yo creo que lo que tenemos, en conjunto con todas las bandas, es que, sin dudas, el vivir en Valparaíso, te influencia de cierta manera en que siempre estás hablando muy desde lo cotidiano, desde la vida de barrio, hablando de que hiciste una canción donde cuentas cuando estás super dolida por un amor, y bajaste por el cerro, llegaste al mar y te fuiste a la playa. Esos elementos siempre están en las canciones. De la geografía mezclada con la vida misma de acá”.

Galería de fotos: Días en La Cantera

Sobre Naty Lane: Nataly Gandarillas Martínez, Quilpué, 1985, ha sido bajista de bandas como Álvaro Peña, Fatiga de Material, Platillo Volador, su proyecto personal Hammuravi, y actualmente en Adelaida. Ha realizado giras por Chile y por países como Alemania, España, Suiza, Brasil, México, China, Japón, Canadá e Inglaterra, presentándose en festivales como Primavera Sound, Strummer of Love, Indie Week y Bananada, entre otros. Cuenta con más de ocho discos en estudio y en vivo, además de participar en compilados de sellos nacionales e internacionales. Como escritora publicó en el 2016 su primer libro de cuentos cortos, poesía e ilustraciones Solo sueño los domingos (independiente), y en el 2019 Primavera Salvaje: relatos íntimos de Naty Lane (Santiago-Ander editorial). Actualmente se encuentra trabajando en el segundo disco de Hammuravi, y como manager con algunas bandas del circuito independientes de Santiago.