Hacedores de Ruido, parte 1: el recorrido del distro, por Homeless Low Fi

Con la historia del sello DIY de Valparaíso, damos inicio a una serie de artículos originales que buscan identificar y mostrar los procesos más orgánicos y autónomos de la música y su escena en el territorio.

Por Paula Castillo M.

En un ecosistema proliferante de proyectos vinculados al rubro musical, en la región dictan de vincularse a un –intento de– industria en pañales, aspirante de un modelo económicamente sustentable, profesionalizado y de intercambio.

Pero también, desde una “subcultura” que busca lo mismo con una fórmula propia: la autonomía de los procesos, la autogestión y el intercambio como modelo sustentable, y por sobre todo, de la generación de piezas únicas, para la colección y limitadas, que envuelven a la música en torno al mero concepto artístico.

Aquí es, donde en la cadena de la creación, y para facilitar las tareas de producción, posproducción, distribución y difusión; surgen los sellos discográficos distro y/o DIY, que se definen como sellos autónomos de distribución, donde surge la regla del hacer todo por ti misme.

Esta idea, más cercana a una ética de respuesta al mercado, resuena de los tiempos de la escena punk en Inglaterra a mediados de los 70’s, y ha sido la metodología vigente en zonas donde la organización cultural percibe de sus territorios y el reconocimiento de ciertas tendencias o vanguardias que no aplican en la industria, y para de pasada, machacar la norma.

En la actualidad, las redes consolidadas suelen ser territoriales, pero con alcance global. Esto, gracias al permiso que les han brindado los espacios virtuales y las redes sociales. Es de esta misma manera que en Niña Provincia hemos asimilado una docena de sellos y nombres locales, los cuales nos han permitido acercarnos de manera más orgánica a diversos proyectos musicales, además de procesos que involucran géneros musicales de nicho y tendencias sonoras en la zona.

Así es que surge “Hacedores de Ruido”, una serie de artículos originales que busca identificar, mostrar y difundir a los responsables gestores de este ecosistema musical, a través de sus procesos y motivaciones. En la primera entrega, les dejamos la historia de Homeless Low Fi, sello distro que nos dicta de una introducción al DIY, con 20 años rondando en la escena under de Valparaíso y Latinoamérica.

La historia

Homeless Low Fi es un sello discográfico autónomo, “enfocado en distribuir y registrar proyectos sonoros y de otras índoles, vinculadas a la investigación experimental del sonido”, según su descripción oficial. Renato Ortiz lo representa; él las hace de editor, y se apoya de Debbie Valenzuela, creadora autodidacta de la misma ciudad Puerto, quien lo ayuda en labores de diseño.

Editan en formato digital, entre podcasts, producciones discográficas, cápsulas radiales y entrevistas; a esto, suman el CD, cassette (K7), y recientemente han incorporado fanzines, con temáticas pictóricas y acompañados de códigos QR, con material del sello para explorar.

Según lo que contaron a una anterior entrevista con el medio argentino Subcultura, el sello se remonta al año 2006, sin embargo, según lo que el mismo Ortiz relata a Niña Provincia, las primeras motivaciones surgen seis años antes, “desde el compartir la música que hacíamos con una banda de punk llamada Otoño, en el año 2000. En ese momento, empezamos a copiar nuestra música y a distribuirla. Luego siguió el intercambio con otras bandas para ir mutando a lo que es ahora”. El editor se entusiasmó primero trabajando el material en formato cassette y CD, para difundir a sus coterráneos musicales, desde lo experimental y el punk.

De nociones sobre la autogestión o sobre un perfil de sello autónomo, existían intuitivamente. Siempre estuvo la premisa de la contrainformación en esos comienzos. Siempre el under formó parte de la existencia, así que nociones como tal no existían, sólo estaba la voluntad para crear y compartir lo que hacíamos”, extiende Renato.

¿Y por qué el nombre? Éste, según reseña al mismo medio transandino, nace al englobar y abordar la estética de lo antiestético junto con apuntar a sonoridades cercanas al lo-fi”.

Los procesos

“Producto no apto”: bajo esta etiqueta vienen diversas publicaciones recientes que Homeless Low Fi ha editado este 2020. Incluso con una crisis doble encima, en lo que va el año, Ortiz resume su trabajo en cerca de 75 publicaciones de audios –aproximadamente–, a lo que suma 20 podcasts, entrevistas y cápsulas radiales.

Con la naturalidad que les caracteriza a la esencia de un sello autónomo, los horarios de trabajo se distancian de las exigencias de productividad estándares, por lo que dedican alrededor de 5 horas diarias a los procesos involucrados.

El perfil de Soundcloud, surge como primer acercamiento a la vitrina al universo Homeless: piezas sonoras de alta fidelidad y otras en contraste, que se etiquetan entre lo experimental, rock alternativo, electroacústica, arte sonoro, house e incluso, trap. Hay nombres que nos detienen, como el sudafricano Prince De Deep, Virilla, Malibú, el transandino Alejandro Muné y Toy Boy. Ninguno se corresponde en sus sonidos, ni en sus entornos. Lo único que les relaciona, a decir verdad, es su mera presencia dentro del sello.

Esta curatoría es una decisión que Ortiz la emplea de manera muy abierta, sin limitaciones de territorios –muy por el contrario– ni sonidos y “va desde investigaciones sonoras, hasta recomendaciones de amigos”, según cuenta y sigue: “Por ejemplo, ahora vamos a trabajar con un DJ sudafricano [Prince de Deep] que hace house deep deep. Esto es algo que podría estar fuera de la estética, pero la estética del Homeless es la de extenderse hasta donde mas se pueda. Aunque también seguimos incluyendo punk dentro del catalogo, y por supuesto, los sonidos experimentales”.

El intercambio entre sello y artista, implica en una primera instancia la recepción del material y su clasificación. Según describe su responsable, a partir de esto, existe un dialogo previo con el proyecto que entrara en proceso para saber sobre lo que se va a mostrar y las expectativas”.

En una posterior etapa, continúan “con ediciones y puesta a punto para su lanzamiento digital”, lo que significa una serie de operaciones para optimizar las piezas sonoras y el trabajo discográfico a distribuir.

Si el formato se decide con copias físicas, “comienza la producción de éste; en el caso de los CDs, empieza la producción de diseño y todo lo que conlleva, y en el caso de los K7 comienza un proceso de reciclado, en el que se toma un casette, se desarma, se limpia, se edita la duración de la cinta –en el caso de necesitarlo–, se pinta, se ensambla y se graba. Esto, junto con el diseño de su carátula”, explica el editor.

¿En qué dicta un formato sobre el otro? De acuerdo a los objetivos de Homeless, y así lo mencionaban en Subcultura, el CD apuesta “a lo perecedero del material, en relación con la música improvisada y espontánea”; en cambio, el cassette, se elige “por un tema de sonoridad de la cinta y su timbrística”. Finalmente, la producción del material se resume en 15 unidades de CDs por artista, y entre 5 y 10 unidades, si se trata de cassettes.

Aquí no hay ni Spotify, ni plataformas de streaming vinculadas. Tampoco copyright. Sin embargo, una vez listo el material, y dispuestas las plataformas digitales, se difunden las piezas promocionales a través de su perfil en Soundcloud, su cuenta en Instagram, su canal en YouTube, su perfil en Bandcamp, y lo mismo en Facebook.

Actualmente, es su perfil de Facebook el que se ha transformado en su central de operaciones activas, donde cada tanto salen al aire con las “Homeless Session”, espacio que extienden a artistas sonoros y bandas para mostrar su material en vivo. Antes de la pandemia, en cambio, lo hacían de manera presencial en espacios brindados por El Internado, de Valparaíso, o lo mismo en el Espacio Warhola. Eran estas mismas instancias que les permitían sustentarse más allá del propio intercambio de producciones editadas.

El entorno

Ante la pregunta obvia de su reconocimiento con las ideas contraculturales y subalternas, la respuesta es esperable: “Por supuesto que nos sentimos vinculados con la contrainformación y con otra forma de abordar los proyectos desde un lugar distinto apelando a otros principios de orden mas antisistémico”, refuerza Ortiz. Dice que más disfruta desde el sello es “tener la libertad de compartir todas esta iniciativas y visiones de distintas personas”, aunque lo más complejo significa tener la voluntad de hacerlo, proponerse y alcanzar los objetivos”.

Para esta subsistencia, primordial, además, han sido las redes colaborativas que rondan su gestión. Entre sus pares o “grandes amigos”, como los denomina, surgen Rata Sorda Rec –de Quilpué–, Cieliryo Distro, La Caliya Proyect –de La Calera–, Colectivo No –de Santiago–, Colectivo Eunk, La orquesta de la degradación de la sociedad (RU), Gemelo Parásito –de la capital–, Asimetría –sello peruano– y Productora Mutante.

Fuera del ecosistema, y así como la existencia del sello se ha difundido en medios transandinos al estilo de Subcultura, la radio también ha sido un canal vinculante para Homeless Low Fi. En sus redes, se aprecia flyers de “Pasaje Paralelo”, programa radial conducido por el comunicador radial Ronald Smith, y que se emite de lunes de jueves (a las 23 horas) por Radio Viña FM. En este espacio, el presente sello colabora con una cápsula radial de 10 minutos, «Cápsula Homeless», donde se repasan sus lanzamientos y producciones destacadas. Para su libre escucha, éstas se encuentran disponibles desde el perfil de Bandcamp del sello.

Esto mismo se repite con su presencia en programas de la Catorcentena Radio, medio santiaguino que desde su señal online, ha extendido su espacio a eminencias de la música punk, electrónica y experimental.

—Finalmente, ¿cuál es su actual perspectiva sobre el ambiente y el trabajo de los sellos distro? ¿Es sustentable? ¿Creen que siga la dinámica de irse revalorizando?

Renato: Hacia el futuro espero se masifiquen estas iniciativas y continúen los vínculos entre los que hacemos este arte. El hecho de que existan están iniciativas muestra su sustentabilidad. Y claro que se revalorizará. En el caso del DIY, los trabajos son objetos de arte.