Tania Meza, profesora de lenguaje de profesión y gestora por vocación, co-fundó el Sello Trigal de San Antonio en 2017. Actualmente también se desempeña como directora de IMUVA y escribió, para nuestro especial, sobre el contexto de las trabajadoras de la música en el territorio.
Esta crónica responde a uno de los textos originales que se publicaron e imprimieron en nuestro primer fanzine #NPZine1, y que podrán leer íntegramente a continuación.
Cuando tomé la decisión de trabajar profesional y activamente en música sabía que estaba dando un paso difícil, no sólo por tener poquísimas referentes mujeres que me hicieran sentir más segura de lo que estaba haciendo, sino que también porque habito en un territorio difícil.
San Antonio, ciudad nunca fundada, te obliga a dejarla. Gran parte del año está nublado y hace frío. Hay un solo escenario para conciertos pro, no hay parques, la playa está tomada por el puerto, no hay universidades ni vida nocturna como esa que se vive intensamente en Valparaíso.
Yo elegí volver y quedarme, construir desde aquí. Fue una decisión política, no podía seguir viendo cómo el puerto voraz seguía comiéndose los intentos de ser ciudad que varies artistas, profesores, colectivos políticos y otras personas que se mantienen firmes, estaban dando.
Por otra parte, tenía el desafío de trabajar independiente, que hasta el momento, luego de 4 años con Sello Trigal en marcha, no he podido lograr. La precariedad de la industria musical/cultural en general en Chile es tal, que la mayoría de las trabajadoras debemos tener dos o tres trabajos extra para sostenernos, sobre todo si hemos decidido trabajar con artistas de iniciación para aportar a la incubación de nuevas generaciones de músicas y músicos.
Ha sido tremendo ver cómo algo que nació desde una pieza de trabajo en una casa en Llolleo, fue creciendo hasta lo que es hoy: un sello discográfico independiente con un catálogo de música local nutrido, variado, con varios proyectos adjudicados, con participación en los mercados de música más importantes del país y del mundo, con presencia en IMUVA y en IMI.
Son 4 años de intenso trabajo, de capacitación, de frustraciones y aprendizaje. De desencuentros con la industria también. Porque a pesar de todo lo que tiene de maravilloso, he tenido que lidiar con viejos estandartes masculinos que todavía ven como inverosímil que una mujer pueda darle vida a algo que no sea un hije humano. He tenido que lidiar con misoginia y ponerme firme ante situaciones de vulneración hacia mí o hacia mis compañeras. A diferencia de otros trabajos, en este mundo me entienden más rápido y he podido encontrar refugio en espacios seguros como la hermosa comisión de género de IMUVA, en TRAMUS y en ROMMDA.
Estas organizaciones de mujeres y disidencias trabajadoras de la música vienen a reorganizar el espacio en el que nos desenvolvemos y a posicionarnos donde nos corresponde. Somos muchas las mujeres que estamos creando y gestionando música chilena, pero siempre ves más hombres porque históricamente han ocupado todos los espacios de representación, por eso agradezco a Niña Provincia esta motivación continua por visibilizar nuestro trabajo en este mundo tan masculinizado.