«Emerger para no sumergirse», por Mey Olguín Riquelme
Mey Olguín, cantautora argentina e instructora de yoga residente del territorio, cumplió varios hitos en plena pandemia. Su resiliencia tuvo que ver con generar conciencia de los autocuidados, físicos, mentales y sí, también espirituales. En esta crónica, relata cómo desafió los escenarios complejos que vivió como trabajadora de la música, como mujer y como madre, partiendo por ella misma.
Por Mey Olguín Riquelme.
Pandemia, salud mental, música y yoga, podrían ser solo conceptos aislados, sin embargo, todas se relacionan para mí entre sí. En el año 2019, ya existía el reporte «Depresión y otros desórdenes mentales comunes”, de la OMS, que nos ponía en el cuarto lugar dentro de los países con mayor prevalencia de estas afecciones. Por esos años, había iniciado mi proyecto como cantautora y también profesora de yoga, en donde personas escapando del estrés, buscaban refugio en un pequeño espacio de encuentro entre la música y esta práctica.
Con la llegada del estallido social y la pandemia, la encuesta «Un año del COVID-19» de la consultora internacional Ipsos, relataba que Chile empeoró sus índices de salud mental y nos terminó por posicionar en el segundo lugar. Y como no, si lo que detonó el estallido social, se terminó de develar y profundizar con la pandemia.
En ese sentido, en pleno estallido social, me tocó vivir mi segundo embarazo, con toques de queda, con protestas, sin poder hacer clases, sin conciertos, sin poder grabar mi primer EP, y todo lo que había avanzado como artista emergente se detuvo. El año siguiente trajo la pandemia, y la pérdida total de ingresos terminó por sumergir mis proyectos. El miedo que invadió a casi todo el sector cultural, tenía una sola razón de ser: sabíamos que la cultura no iba a ser prioritaria para el gobierno, así que nos transformamos en un sector sin trabajo y sin certezas.
El MINCAP, en abril del mismo año, lanzó el “Catastro de estado de situación Agentes, Centros y Organizaciones Culturales”, en que los resultados fueron bastante desalentadores. Algo que llamó mi atención allí, fue que no existió el catastro en salud mental para el sector.
Con un bebé en plena pandemia, y una depresión post parto inminente ante la incertidumbre, tuve que adaptarme a este nuevo escenario. Con el retiro del 10% de las AFP, logré armar un estudio de grabación en mi propia casa, aprender a grabar, y a subir material. Pero generar comunidad, que se interese por tu música en las redes sociales con la cantidad de talento circundante, fue un gran desafío, sobre todo porque los espacios para artistas emergentes son limitados; tuvimos que aprender a crearlos y aprender a sobrevivir en la virtualidad. Poco a poco, me adapté también a realizar clases virtuales, y allí pasó algo curioso: las mismas personas que resonaron en las clases presenciales a través de la música y yoga, buscaron nuevamente ese refugio, esta vez, detrás de una pantalla.
La pandemia causó estragos en nuestra salud mental, la incertidumbre desesperanzó a quienes nos dedicamos a la música, y a pesar de que el panorama lo vi a ratos desalentador, me dejó un montón de aprendizaje de autogestión y producción. En marzo participé en el aniversario del Ruidosa Fest “Ruidosa MAD Fest”, hace un par de meses realicé uno de los primeros conciertos presenciales en el Teatro Municipal de Quilpué, y viene emergiendo el sencillo “Pajarito”, como parte de mi primer EP Semillas. Espacios que antes parecían ser un regalo, hoy debemos considerarlos ganados.
Mey en Ruidosa MAD Fest