Presentando en vivo su reciente disco Cortacalles, la banda nacional volvió a El Huevo con formación renovada y acompañada de agrupaciones locales, después de tres años de su último show en Valparaíso.
Por Paula Castillo Miranda.
La fila empezaba en la entrada de calle Blanco, doblaba por calle Pudeto y seguía hasta el paradero de calle Brasil. Humo y bebestibles capeaban la previa. La revisión de mochilas y pases de movilidad hacían más lento el ingreso. Y si bien el ticket decía que el evento comenzaba a partir de las 15 horas, recién un poco antes de las 18 horas se abrieron las puertas. Hubo atraso con las pruebas de sonido. El boliche lo abrieron los quillotanos de Nuestro Apego a Existir para dar paso a localinos de Conejo Esquizoide.
“Cadmo, la Herrumbe del Apego” da inicio al set de Tenemos. Son las 20.26 horas y el público se abalanza instantáneamente en las primeras filas. Las prosas de Eduardo Pavez, voz de la agrupación no cesan, aunque la acústica del local no acompaña ante la escucha. “Cueca Sola” sigue y se entona como un clásico. El primer single de Cortacalles (2022) se luce con la furia de sus pedales y la crudeza de su propuesta, honrando la memoria de las mujeres de detenidos desaparecidos, quienes durante la dictadura visibilizaron su lucha utilizando el folclor y el baile nacional, para bailar frente la ausencia de sus esposos.
El sample venidero, que suena como audio, les da respiro y tiempo de ajuste a sus integrantes. “Regreso a Casa” de La Virgen de los Milagros (2015) sigue, en lo que parece ser una equilibrada lista de canciones, entre las nuevas y anteriores, que acoge con familiaridad al público de siempre.
Eduardo se da un tiempo para saludar. Su garganta está cansada entre las secuelas del virus, el frío y una gira nacional que cumple en Valparaíso su quinta fecha –de un total de ocho–. Sus shows han estado colmados, ante la expectativa de escuchar, como se ha comentado, el que sería uno de los discos del año. Destaca el reencontrarse “después de la pandemia, después del miedo, después de la muerte”. Porque la última vez que estuvo en Valpo y en Chile fue en el invierno de 2019, cuando no había presagio de estos días. O bueno, y si es que algo puede acreditar Tenemos Explosivos, es que la cuestión social sí la veían venir y la presagiaban desde sus inicios musicales, a comienzos de la década pasada. Desde el ejercicio de repasar esa memoria impaga, de un territorio fracturado, reprimido y sostenido a punta de un cotidiano sucedáneo, veloz y superfluo.
Lógicamente, la banda tampoco se juntaba desde 2019. Con sus integrantes divididos entre Chile y Estados Unidos –el vocalista vive en Nueva York–, la única vez que ensayaron los temas nuevos fue a la llegada de Pavez, hace un par de semanas. Según él relata, Cortacalles se trabajó durante dos años a distancia y con recambio de baterista incluido, dando la bienvenida a Matías Gray, quien con esta gira se sumará de manera permanente como integrante. La conversación daría paso a temas debutantes, tales como “Cultura de la Servidumbre”, “Agamenon” y “El perro Volodia”.
Se oye el sample «Marchitarse», del nuevo elepé. Un relato doloroso, y que nos triza como a ese abuelo de vidrio al cual se refiere, caído al suelo, que se autoflagela y que quiebra a su familia, a su esposa, a su hija, esas mujeres-objeto que ya no son más personas… Un momento que sigue con la parafernalia de «El Misterio de Kosovo», de su incombustible Derrumbe y Celebración (2012) y el coro al unísono, entre manos alzadas y el mosh que asoma al clímax de la tarde.
La dinámica de intercalar temas entre antiguos y nuevos funciona para una fanaticada que está entregada a la catarsis sonora, que acompaña con palmas, y gritos de «te quiero» a la banda, que por su parte, pone a prueba temas como «San Borja» y el fragmento del sample de «Nube Negra», ambos nuevos cortes.
Grabar en la casa fue uno de los experimentos en cuarentena que realizaron a distancia y presenta el resultado de ello: «Lautaro, la Brigada». El público pide canciones a viva voz. La noche se deja caer pasada la hora de show. Hay espacio para «Rey de Creta» y «Tártaro». Viene un último tema pero se quedan para el correspondido bis, que según dicen, no ensayaron: «Cuerpo al Aire». Un clásico que duele, que sigue ardiendo. Son casi las 10 y algunos se escapan sin entusiasmarse de más. Es la hora cuando pasan los últimos trenes, del riel al otro lado de la calle.