Chao Microcasa!

«La música no es un concurso de popularidad», así se presenta la plataforma Microtráfico, un espacio creado por Salvador Escobar en Valparaíso para albergar la incipiente escena urbana local, pero también del país.

Microtráfico cerró sus puertas «físicas» en diciembre y con ese motivo, invitamos a su responsable a escribir lo que fue la experiencia de descubrir, expandir y difundir los nuevos talentos.

Por Microtráfico.

La Microcasa se llamaba así no porque fuera chiquita, sino porque era la casa club de Microtráfico, la plataforma que alberga mis proyectos de los últimos seis años, desde el podcast homónimo que cofundé con mi mejor amigo, hasta las columnas que publico y las asesorías que ofrezco. Básicamente, todo lo que he hecho desde que mi cabeza explotó con el movimiento urbano chileno y desde que decidí abandonar el tipo de periodismo musical que había hecho hasta entonces, más parecido a lo que me enseñaron en la U y a lo que aprendí en la prensa escrita trabajando en revistas, blogs y diarios por más de una década. 

No había nada de opinión, análisis y crítica en los medios urbanos chilenos hasta que llegó Microtráfico. Tampoco había un foco puesto en el descubrimiento y la apreciación de nuevos talentos locales. Darle vitrina a todo eso hizo que los nerds musicales transformaran mi espacio en su espacio. Así se formó una comunidad que, al cabo de un par de años, hizo que me picara el bichito de tener un lugar en el mundo real para poder juntarnos. Como todo proyecto cultural de origen no cuico, el camino fue serpenteante y cuesta arriba, pero, después de lucharla montones, el 31 de julio del 2023 inauguramos la Microcasa. 

Equipo Microtráfico: Salvador Escobar y Miguel Ángel Castro.

En términos concretos, la Microcasa era el primer piso de mi domicilio en Valparaíso, ubicado en la empinada subida Israel, a dos cuadras de Avenida Alemania. Una casita de madera muy normal, como hay muchas en la ciudad. No era una construcción antigua con onda, ni estaba en un barrio patrimonial cotizado por los turistas. Ahora, en términos abstractos, la Microcasa era un sitio de adoración. Acá siempre llegaron personas convencidas de que la música es algo sagrado. Cada fecha que celebramos en este living fue diseñada para ellos, con el fin de brindarles una experiencia de cercanía íntima con los artistas y con su obra al situar un meet and greet + un show dentro de la casa. 

Microcasa Abierta fue el nombre del ciclo que inauguramos el 31 de julio del 2023. La invitación: venir un domingo a participar de un podcast de Microtráfico en vivo, compartir de tú a tú con los artistas en el patio y luego presenciar un concierto íntimo de larga duración. Todo en un ambiente casero y cómodo, solo para un reducido grupo de personas, y bajo la intención de echar abajo las barreras que separan a los artistas y el público. La primera canción que sonó en vivo acá fue la ya neoclásica «K corte le da usted», de Benjitalkapone, en la primera de muchas visitas que lo convertirían en mi artista fetiche como organizador de eventos, y el plato fuerte en aquella ocasión fue Emferio, quien cerró su brillante set con un cover sorpresa de «Burbujas de amor» de Juan Luis Guerra. 

Después de esa fecha, supe que había descubierto mi nueva droga favorita. Haciendo el ciclo Microcasa Abierta encontré una de las cosas que más me gustan en la vida: un punto donde mi bienestar está en perfecta armonía con el bienestar colectivo. Yo lo pasaba bacán y el resto también. Inventar fechas era apasionante porque detrás de cada una siempre había un storytelling. Por ejemplo, yo en el podcast documenté ampliamente los altibajos de mi relación con el hip hop chileno, y para celebrar que estaba en un buen punto, invité a presentarse en vivo a un rapero que me encanta, Douglass, quien ya había sido parte del podcast como panelista de un capítulo llamado “Rap chileno en tiempos de música urbana”, uno de los más escuchados en la historia de Microtráfico. Para mi alegría, el resto de las voces de ese panel (Teiro, Hermanos Desgracia, Wiki Diss y Mario Fonkas) también accedieron a venir ese día para hacer un conversatorio en vivo previo al show de Douglass, el cual grabamos y se convirtió en el capítulo del podcast más escuchado de este año, “Rap chileno post Baltiloka y anti hip hop”, básicamente una asamblea sobre el presente y el futuro de una cultura y una música que amamos, y que terminamos remeciendo telúricamente a juzgar por el feedback obtenido. 

Ese capítulo, grabado en vivo en la Microcasa, dio la vuelta al circuito rapero. Yo podría resumir su contenido así: era el clamor de los más jóvenes de la escena demandando reconocimiento de parte de sus mayores. Me atrevería a decir que fue la conversación sobre hip hop chileno más importante del año que se va. Hasta Chyste MC terminó interviniendo en la discusión, cuadrándose del lado nuestro mientras muchos de sus admiradores más fundamentalistas nos hateaban. “Rap chileno post Baltiloka y anti hip hop” terminó imponiendo el término “baltiloko” para referirse a los viejos cabeza de palo, y de paso generó un debate que ha durado meses acerca del “anti hip hop”, un concepto que escandaliza justamente a quienes buscábamos sacudir.

Pero la bola de nieve no terminó ahí, porque esa fecha derivó en un evento especial fuera del cánon del ciclo Microcasa Abierta. Nosotros decidimos montar la ola de la controversia para agitar nuevamente las aguas y organizar un evento al que llamamos el Fuck Rap Fest, una convención de outsiders donde se presentaron los Hermanos Desgracia, Teiro, Zitolova y Wiki Diss, y que tuvo los ojos del movimiento puestos en la Microcasa al punto de que después Teorema vio lo que estaba pasando acá y me habló para venir, en una fecha que organizamos de forma express junto a otro capo, Audigier, quien a su vez trajo como invitada a una artista central de esta historia: Fufibunni

Según la comunidad de Microtráfico, Fufibunni fue la revelación del 2013, aunque perfectamente podría ser la revelación de este año también, porque llegar antes a todo es algo que caracteriza a los seguidores más acérrimos de la plataforma. Microtráfico fue el primer lugar donde aparecieron Akriila, Romansito, Kuina, Facebrooklyn o $lum, por nombrar algunas de las semillas que vimos brotar en tiempo real. No es algo que yo buscara, simplemente se dio por estar atento a lo que pasa y chequear religiosamente los links que me llegan. Uno de esos enlaces me lo tiró $lum, que aparte de ser mi rapero chileno favorito, es un nerd musical de tomo y lomo. Su recomendación era «Ms Bunni» de Fufibunni y escucharla me hizo flipar en colores. Corría noviembre del 2023 y al par de meses celebramos el cumpleaños de $lum en la Microcasa, y él tuvo la grandiosa idea de invitar a cantar a Fufibunni. 

6 de enero del 2024. El B Day del $lum fue como un $lumfest donde invitó a varios de sus amigos/artistas muy apreciados por Microtráfico como NN86, Ennio Rosas y Cony666. La encargada de abrir esa primera fecha del año en la Microcasa fue Fufibunni, que tenía el desplante de una fuckin’ superestrella, pero nunca había cantado en vivo antes. Fufibunni llegó temprano, antes de que $lum llegara con los equipos, pero yo le sugerí ensayar sin amplificación para apropiarse del espacio y luego no verse abrumada cuando se llenara de gente. En ese momento los únicos en la Microcasa éramos yo y la Blu, una fotógrafa que vino a exponer su trabajo y se encontraba pegando fotos en la pared de una pieza contigua al living. Cuando escuchamos rapear a Fufibunni quedamos absolutamente locos con su sonido. Era como tener a una verdadera gringa brígida rimando con acento ratchet, y con un flow y un delivery de la puta madre. A partir de ese momento, empezamos a decir que Nicki Minaj es la Fufibunni estadounidense. 

Una de las cosas más bonitas que pasaron en la Microcasa fue cuando Javi Mancilla y Ana Morales, dos amigas publicistas que además son unas intelectuales y unas sabias, tuvieron la idea de regalar un taller presencial para artistas y hacerlo en el mismo living donde realizábamos los shows en vivo, es decir, usar la Microcasa como escuela por un día. Yo, muy feliz por la iniciativa de Javi y Ana, comenté en las stories acerca de esta actividad y de pronto la cosa agarró vuelo. Primero íbamos a seleccionar a 16 artistas y premiarlos con la posibilidad de venir, pero al rato ya se habían sumado decenas de profesionales de la música ofreciendo generosamente sus servicios como premio también, lo que al final derivó en la improvisada creación de un sistema de becas donde los elegidos para venir recibirían, además, una serie de prestaciones desde videoclips completos hasta asesoría legal. 

Fufibunni fue una de las seleccionadas para las becas de Microtráfico y vino la Microcasa en su faceta de alumna matea, para después recalar nuevamente acá en calidad de entrevistada, cuando entendí que detrás de su avasallador personaje rapero había una adolescente ultrasensible. La vez que vino a acompañar a Audigier yo ya sabía que estaba ante una de las artistas chilenas más especiales y caleidoscópicas del último tiempo. Ese día rapearon increíble. Yo sentí que estaba viendo el futuro del rap chileno escuchando a esos dos genios puentealtinos. Cuando supe que iba a tener que irme de la Microcasa, justamente para irme a vivir a esa comuna y trabajar en su Corporación Cultural, Fufibunni fue la primera persona en la que pensé para cerrar las puertas de este lugar. “Full circle”, como ella misma diría hace cuatro días, parada en el mismo lugar donde yo ahora estoy sentado mientras un montón de cajas y bolsas me acompañan a la espera de mi cambio de ciudad. 

La primera vez que Fufibunni vino a la Microcasa, cuando abrió esta temporada de shows en vivo, su nombre era totalmente desconocido y su Instagram no alcanzaba los mil seguidores. Ahora que vino por quinta vez, y en calidad de season finale, Fufibunni ya es un secreto a voces a punto de estallar y su último single, «Sexxdoll» (que por siempre voy a recordar como el último tema que sonó en vivo acá), casi llega a las 100 mil visitas desde su lanzamiento hace solo dos meses. Para mí, eso lo dice todo.

La Microcasa fue una instancia donde se impulsaron carreras, se fortalecieron convicciones y donde varios inadaptados encontramos un espacio donde estar cómodos y reunirnos alrededor de la música para sentir de cerca su fuego. Mientras escribo esto, el corazón se me entibia recordando algunos de los momentos que vivimos acá, desde la aparición sorpresa de los Bouncy Boys Band, cuando organizamos un show con Ober, hasta el podcast en vivo que grabamos con los Kinoto y su gente compartiendo todos en un gran círculo intergeneracional, pasando por la visita de la Kuina, que en pleno boom de su carrera vino a dar un show íntimo que cada vez se irá haciendo más legendario en mi memoria conforme su estrella siga creciendo. Yo por mí no me iría, pero sé que estas no van a ser las últimas tocatas que haga en mi vida, ni tampoco las últimas que haga en mi amado Valparaíso. Mañana me voy de esta Microcasa, pero quién sabe si luego abre otra allá en Santiago.