Adelaida, presentando ‘Animita’: “No tenemos miedo de hacer pop”

El trío porteño, cuasi cuarteto, acaba de lanzar su cuarto disco, fortaleciendo el hito de sus 10 años de carrera.

L@s mism@s de siempre, pero con una estricta rutina musical para llevar a cabo su actual trabajo, el que extiende las posibilidades de su sonido y su formación. Con ustedes, las vueltas y recorridos de Adelaida, para Niña Provincia.

“Quizás Chile se acaba”, Gabriel “Lele” Holzapfel tira la talla sentado, mientras se come un pedazo de pizza. Le sigue un sorbo de cerveza Royal, cortesía del catering. En ese momento, ni él ni Jurel Sónico se atreven a dar pistas de un lanzamiento o algo mayor respecto a la presentación oficial de Animita, el recién lanzado elepé de Adelaida.

El penúltimo día de febrero, la banda de Barrio Puerto se preparaba para anfitrionar, en su mismo suburbio, una de las fechas del ciclo de tocatas veraniegas de IMUVA, “De Boliche en Boliche”, con una previa que incluyó esta larga conversa. Por ese entonces, marzo era la consigna de una película distópica, cuando el primer caso de COVID-19 todavía no era confirmado en este territorio y más se hablaba del plebiscito que del confinamiento. Hubiéramos deseado haber dicho ese “casi” para cerrar el párrafo.

A decir verdad, a ninguno de sus tres integrantes, ni a su vocalista (Jurel) ni a su bajista (Naty Lane) ni a su baterista (Lele) les acomoda la pregunta, pero saben que es parte de lo que significa enmarcar la promoción del disco hacia fuera. No es mayor casualidad que su nuevo álbum coincidiera con el primer cambio de folio del trío, que está a poco de cumplir 10 años desde su formación. Entre tanto acontecimiento que dilató su lanzamiento, tenía que ser así no más.

El tema va de entrada para l@s tres y raya en su estricto rigor periodístico, o sí bueno, en su estricto rigor más latero: “¿Cómo repercute este hito en su próximo trabajo?”. Lele salta con un “A mí me carga decir esta hueá cliché”, para que Jurel pregunte de vuelta “¿que tiende a coronar un poco la carrera?”.

“Ese cliché de mierda de como ‘no, este es nuestro disco con el que ahora somos más maduros’, esa hueá, de partida, no la podemos definir por nosotros mismos, pero si se trata de algo comparativo, es un disco que trabajamos mucho más en detalle que los otros. Por eso nos hemos demorado tanto, también. Los otros discos los grabamos en un día, dos días; este disco lo grabamos en una semana y después vino todo un largo proceso de mezcla y co-producción”, explica Lele Holzapfel.

Jurel Sónico se refiere a la exploración creativa como el punto alto de esta producción, y que sella un recorrido de 10 años deambulando entre sonidos más característicos. “Cada canción en este disco se diferencia por su carácter, su personalidad y quizás por ese lado es más entretenido. Viene como a concluir un poco toda nuestra carrera como diciendo: ‘Ya, hagamos una canción que se diferencie a todas en cuanto al estilo’. En verdad, es más abierto en cuanto a no podemos clasificarlo quizás en un estilo como los otros discos, que tienen una onda, que tienen un color. Este puede ser más abierto”, relata. Lele coincide con lo último: “10 años tocando te hacen eso, digamos. Como que te volví más abierto a recepcionar otras músicas, a no tener miedo de salir del estilo”.

Manda para una banda

Incluso ya en 2017, Animita estaba trabajándose en bambalinas a la figura de Paraíso. El hype del tercer álbum de Adelaida los mantuvo casi tres años pendoneando por diversos escenarios del mundo –entre China, el Primavera Sound de España o el mismo Lollapalooza en Chile–, y conquistando la crítica especializada, con oídos pendientes y cautivos del porvenir del trío. Ante todo esto, surgió la actual idea, concedida por un ritual que convocó a su vocalista, lo que concretó el sentido de su concepto.

Es el mismo Jurel que confirma esta historia: “Fui en un momento antes de ganarnos el Pulsar. Estábamos nominados ya, habían hartas expectativas, pero nosotros con los pies bien en la tierra, como nunca. En verdad, no esperábamos ganar ese premio. O sea, sabíamos que habíamos hecho un disco bueno, y que le pusimos todo nuestro esfuerzo. Así que andaba dando un paseo en el Cementerio Nº3 y fui a conocer la tumba, poh. La cuestión es que me acerqué y le pedí que queríamos ganar el premio y que queríamos ir a China, porque nos habían invitado, pero no estaba en nada. Para llegar allá hay muchos procesos que tení que hacer, es súper lejano, ¿cachai? Pero siempre con la fe de nuestro proyecto, no solo poniendo todo en manos de eso. Al final, cuando nos ganamos la hueá, al otro día también mandamos el ventanilla abierta y el proyecto que nos financiaron. Entonces, el pago de la manda era hablar de él obviamente, traer su nombre y contar la historia, porque en el fondo, igual era una especie de Robin Hood aquí en Valparaíso y a pesar de que muchos lo criminalizan, algunas personas lo ven como un santo. Es bien pagano”.

Con dicha historia por detrás y una deuda por delante, Naty Lane dio con las ánimas y luego pasaron a las almas. Un inconsciente discurso con la muerte, en el cual atraviesan la pérdida, canalizan la pena y surge la melancolía grupal. Luego, se manifestaron otros elementos mitológicos, misteriosos e incluso, tenebrosos, siguiendo la tradición de conservar un componente autóctono, tal como lo que hicieron con Madre Culebra (2015) –que alude a un insecto autóctono de la región– o el mismo sentimiento porteño que sugiere Paraíso.

– Es que es curioso, porque en su disco anterior también se refieren mucho a la muerte, con esa misma canción e historias como la del amigo de Jurel en “1999”. ¿Por qué creen que les resulta tan pertinente ese concepto como elemento narrativo de sus discos?

Lele: Sí, es verdad, como que se ha articulado un discurso en torno a la muerte y a la pérdida de cosas (…) igual es importante, porque se nos han muerto varios amigos en el camino. Estos hechos también están ligados y como de hacernos cargo de esa tristeza colectiva, que nos une. Lo que pasó con Pepe Vera, de Las Cachás Grandes y con mucha fuerza más, Hernán Angulo, que fue uno de los primeros que nos apoyó así con cuática y que creyó en nosotros, que nos impulsó a grabar un disco, y nos acompañó en nuestra primera gira pa’ fuera. También este disco va dedicado como regalo pa’ él.

Jurel: Y la muerte constante de cada uno. Es triste pensarlo así, pero todos vamos hacia allá. Yo creo que la muerte en sí está sobrevalorada. Es un acontecimiento parte de la vida, y como que uno tiende al miedo con lo desconocido, a lo que viene después, entonces hay todo un rollo.

Naty: Claro, y también abordar la muerte no solo como del concepto de una pérdida, sino como un concepto de cambio.

En el arte de Animita, el concepto, en tanto, se aprecia en todo su esplendor: la portada, que es una placa mortuoria, estuvo a cargo de Lele Holzapfel y diseñada por Nadia Gallardo. Según cuenta el artista, parte de la manda consiste en ir a dejar su versión original, en mármol negro, a la animita de Dobois. “Hay una placa que vamos a ir a pegar, de hecho, literalmente la vamos a ir a dejar allá. Me he dedicado caleta a ese trabajo, y estoy super conforme. Yo nunca había hecho un arte que me tuviera más contento que éste, pero como esto se trata de la banda donde estoy, le puse más cariño que nunca”, detalla Holzapfel.

Un gesto que incluso se piensa para la historia y posteridad de la banda con los símbolos. Jurel adhiere: “Es cuático. Por ejemplo, cuando fuimos a EE.UU yo quería puro conocer el Hotel Chelsea y estar afuera para ver cosas que quedan ahí. O cuando fuimos al memorial de John Lennon. No sé, no vamos a comparar a los Beatles con Adelaida (risas), pero en 10 años más, esa carátula va a seguir ahí y a la gente que le guste la banda, podrá ir a visitarla. En el fondo, estamos cumpliendo con la manda”.

Alquimia colectiva

En Animita la potencia de la batería se ausenta en un tema y cede ante objetos del cotidiano: la olla, las macetas o la percusión del pandero. Los sintetizadores se proyectan como láseres sonoros, atravesando la pesadez de los riffs. Hay cuerdas de banjo y violines, mientras los timbres vocales se complementan en limpio, para extender un universo interpretativo. Al unísono, escuchamos relatos sobre alegorías y épicas de relatos cotidianos, de la vida enraizada entre hábitats –el mar y la tierra–; pero también desde su sentido más surrealista, con la melancolía y la agonía al filo de las líricas, dejando su anterior Paraíso, para continuar un viaje encomendado a su benefactor milagroso, Emile Dubois, y que les guía al encuentro con seres creativ@s –o en lo que se transforma un colectivo de colaboradores–, nuevos sonidos e imágenes oníricas y aleatorias. Al final, aferrándose a su propia fe y al milagro en la conexión con las almas entre entes… y en realidad, entre ell@s mism@s.

El álbum, resumido en 13 pistas, apela al rock en todas sus formas, a la balada, al pop, al punk, aunque sin ninguna continuidad sonora entre un tema y otro, pero con una producción a punta de maquetas caseras y la experimentación con el sonido, fuera de lo estrictamente musical. “Creo que es el curioseo, no más. Al menos en mi caso, me gusta meter hueás raras a la batería porque aprecio los objetos, aprecio cómo se ven y aprecio que vengan de mundos distintos a la música. Puede ser que tenga que ver con que yo me dedico también a las artes visuales y trabajo con objetos, entonces me interesa como hinchar las hueas”, relata Lele apelando a generar un espacio de duda entre l@s oyentes y seguidores.

Teníamos un puñado de canciones. “Efervescencia” la estábamos trabajando con la Naty desde cuando participaba en Hammuravi como guitarrista. Otras las traje como ideas cuando estuve en Suiza, y el resto fueron apareciendo en el momento, las reinventamos y les dimos varias vueltas”, cuenta Jurel.

La banda se autoprodujo, lo que significó maquetear tres veces el disco, con la idea de llevar la versión más fidedigna al estudio. “Como en los discos anteriores también, y lo fue el Paraíso –en el cual yo llegué a participar–, se hizo un trabajo de pre-producción en el home studio de Jurel, a través de HISS Records, en el cual se maqueteó el disco, y se trabajó también ahí mismo en la producción de lo que fue el disco”, continúa Naty.

¿Dónde está la clave en todo este trabajo? Jurel dice que “el mejor ejercicio es preocuparse en la preproducción del disco, porque escuchamos y contemplamos la canción de afuera, para decir: “ya, esto está bien”, o “¿qué podría ser mejor? En eso está la esencia de la canción. De hecho, a mí me terminan gustando mucho más los demos que la canción final”.

Y aunque no se aferran al concepto de la fórmula para una composición exitosa, sus referentes apelan a la escuela más popular de la música. Aquí no hay doctos. “Es imposible que alguien que escuchó mucho a los Beatles, no sepa hacer una canción pegote. Nosotros no venimos del rock experimental, ni del jazz, ¿cachai?”, argumenta Lele. Jurel sigue: “Ni tampoco del rock tan duro, sino que venimos del pop (…) Venimos del punk rock. Todo lo que tenemos, si pensamos en las bandas que nos gustan –a los tres– se repiten nombres que son como placeres culpables, no sé poh, Green Day, Nirvana, que eran bandas que tenemos en nuestro subconsciente. Igual esas bandas tienen harto pop, y no tenemos miedo a hacer pop, o una melodía pegajosa. Eso no quiere decir que cambiemos nuestro estilo, sino que se incorpora”.

Así finalmente, llegaron al estudio para finiquitar todo durante el primer semestre del 2019. En los Estudios Mescalina –del mismo sello que pertenece la banda–, Matías Saldías y Rubén Verdugo apoyaron la grabación. El mismo Saldías agregó los sintetizadores y otra guitarra. A ellos, se sumaron amigos músicos, quienes participaron con el violín, como Maximiliano Mendoza para “Ya Siento (Que vienen por mi)”; con percusiones, como lo de Isaías de la Sotta para “Estrella de Mar” o en las voces, tal como lo hizo Chini Ayarza en “No Hay Daño” o la cuarta integrante, sí, la cuarta: Anke Steinhofel, artista penquista, que colaboró con voces en “Efervescencia” y “Coral”.

Es que entre medio, Jurel Sónico emigró a Concepción y con eso, dinamizó su trabajo en la banda en compañía de Anke, quien además contempla varios roles para el formato en vivo, así lo explica: “Con la Anke somos pareja y se integró al grupo porque como ahora estamos divididos en diferentes ciudades; el Lele y la Naty se quedan acá en Valpo –ellos ensayan acá–, y nosotros ensayamos allá. Con la agrupación, es su primera tocata hoy, también para ayudarnos en lo que es presentar estas nuevas canciones en vivo, que ahora tienen más exigencia en cuanto a la armonía de voces, además del acompañamiento de los panderos –en percusión–, y lo que es el sinte. Cuando tocábamos estas canciones los tres, no sonaban tan llenas, entonces ahí dijimos: ‘Ya, hay que buscar un cuarto integrante’”.

– Y bueno, a partir de esto se expande la banda.

Lele: ¿Te referí a que ahora somos cuatro pa’ siempre?

– ¿No lo sé?

Lele: Yo creo que sí.

– ¿Sí?

Jurel: O sea, igual vamos…

Lele: Sí… Son etapas, poh.

Jurel: Claro. O sea, son nuevas eras de la banda. Tenemos que… Igual es bacán reinventar también eso.

Naty: Sí. 

Jurel: En el fondo trae nueva energía y trae cosas positivas. Por lo mismo, también nos sentimos más cómodos también tocando. No hay tanta pega que hacer, porque antes entre los tres resolvíamos toda la hueá, pos. Lo seguimos haciendo, pero con una ayuda también es mucho mejor. Estamos más seguros.

Los mismos de siempre

Las idas y venidas en esta década musical, junto con el trabajo de producción y autogestión, igualmente ha significado el esfuerzo por entenderse en el sentido más personal, tratando de llevar lo mejor posible no sólo lo estrictamente profesional, sino la fuerte amistad que les une a Naty, Jurel y Lele. En este punto, no están para botar a la basura lo que han logrado por culpa del capricho.

En el territorio musical porteño, de la región –y ahora incluso en Santiago o Concepción, la nueva ciudad satélite de la agrupación–, son reconocid@s por su trabajo musical y sobre todo, por la persistencia en su profesionalización. Son varios quienes se ubican desde los tiempos de La Cantera en Barrio Puerto, o cuando cruzaban al Hotel Chelsea; en la actualidad, a punta de emprendimientos musicales, entre sellos y gremios actuales. Sus integrantes reconocen esta fortaleza como una característica de su laburo.

“Yo creo que por eso también harta gente nos respeta, porque nos han visto desde chicos haciendo esta hueá, pos. Entonces, es súper consecuente como, “puta cabros, qué buena que les ha ido bien, hueón… han logrado caleta de hueás, les ha ido la raja” y es como “sí, poh, hueón, pero aquí estamos tomándonos la chela en el mismo local de hace 10 años”, así se sincera el baterista.

Jurel exculpe esta realidad: “Seguimos siendo iguales. No somos una banda que tenga grandes equipos. O sea, no tenemos plata, somos una banda, entre comillas, pobre. Y las cosas que hemos tenido las hemos comprado con caleta de esfuerzo. No sé poh, al Lele le falta un platillo, ahora yo tengo guitarras ahí no más –o cosas así–, lo que no impide que sigamos haciendo música y tengamos los mismos problemas que otras bandas. A veces, tenemos que pagar por una sala de ensayo, y a la hora de terminar una tocata cargamos los equipos, y esa hueá es hasta el final. Yo me di cuenta que cuando estábamos afuera y veíamos a las bandas –que nosotros veíamos como más grandes–, estaban en la misma que nosotros. Una hueá que vive en otro contexto, pero es lo mismo”.

Una forma de vida que para ell@s se ha forjado en un entorno en donde también se hace parte, y quizás implícitamente hablando, un discurso de resistencia, a partir de lo que conlleva vivir del arte en pleno Valparaíso. Ahora, en medio de la crisis social, con una cuota de responsabilidad y asumiendo su rol político, desde lo que el oficio les permite ofrecer.

“No sé. Imagínate, el otro día lo decía una amiga, de Chile han salido, en dos momentos históricos importantes, los dos más grandes himnos populares de resistencia que han habido: “El Pueblo Unido”, que se canta en cualquier lugar del mundo –y nació de acá– y ahora lo que pasó con el planteo de Lastesis, o sea, hasta en Kenia lo están cantando. Es muy curioso que Chile, siendo un país que está en la última esquina del mundo, tenga una potencia política y de resistencia que trascienda al mundo completo. Y hoy día de nuevo estamos dando ejemplo de lo que es rebelarse contra el sistema injusto, ¿cachai? Lo político nos golpeó a todos y cada uno está viendo desde dónde aportar, pero están todos aportando. No es necesario que seai de la primera línea”, relata Lele.

“¿Tení algún sueño, así como alguna meta?”Al final de todo, Lele le pregunta a Jurel. “Sí, me gustaría comprarme una parcelita, algún día. Ese es mi pequeño sueño. O sea, si lo pensai así como “el sueño del rockstar” no sé, no creo en eso, pero sí creo que algún día voy a poder comprarme mi terreno y tener el sueño de la casa propia. Tampoco tan ambicioso, es lograble”, le responde